Raquel es una mamá dulce, paciente, le encantan los niños y su mayor deseo desde siempre ha sido ser mamá.
Os dejo su preciosa historia.
Mi reloj biológico se despertó a una temprana edad, pero el reloj de Silver (mi pareja) no… Yo no paraba de repetírselo de vez en cuando para que no se le olvidara, pero él siempre me decía que todavía éramos jóvenes.
El 14 de febrero del 2009, nos fuimos a cenar las “Jennys” y los “Richards”, aprovechando el día de los enamorados y mí cumple que es el 15 de febrero. No había recibido mi regalo todavía, así que al llegar a casa mi regalo fue un beso y el despertar del reloj biológico de Silver deseando que nos aventuráramos en la tarea de ser papás. Jamás podré olvidar ese regalo, aunque se retrasara unos pocos meses. Aquella simple noticia, me colmó de tanta alegría que no podía parar de llorar, incluso hoy recordándolo, no puedo evitar que los ojos se me llenen de lágrimas.
Un buen día de finales de agosto me levanté un tanto extraña. Yo, fumadora empedernida por aquel entonces, no tenía ganas de fumar (raro) y cada vez que me encendía un cigarro, lo tenía que apagar porque no me sentaba bien. Aquel día salí del trabajo y antes de llegar a casa, decidí entrar en la farmacia y hacerme con un test de embarazo, con el deseo de que las sospechas de que pudiera estar embarazada se hicieran realidad.
El 28 de agosto del 2009 me levanté antes de que sonara el despertador después de una noche de muchos despertares. Con mucho miedo me hice el test y me metí en la ducha. Me invadían muchos sentimientos contradictorios, quería que mi sospecha se confirmara, pero por otro lado pensaba si estaba preparada para un posible positivo... miraba el test por la mampara pero no me atrevía a salir de la ducha. Por fin me decidí y después de tomarme mi tiempo, lo miré y… SI, SI, SI SI!!!!! ESTABA EMBARAZADA!!!! Allí, en mi vientre comenzaba a formarse una nueva vida, una “lentejita” pequeña. Me fui a la cama en busca del futuro papi, le di un beso y muy suavemente le dije al odio, “Silver cielo, vas a ser papá”. Jamás antes Silver se había despertado tan rápido. Sus ojos, su cara, su expresión lo decían todo, me abrazó y me llenó de besos, y lloramos como tontos durante unos pocos o muchos minutos. Fue uno de los muchos momentos maravillosos que tuvimos.
Entre análisis y visitas, llegó el momento de poder ver a la “lentejita”. Fue una mañana de nervios, miedo, alegría, preocupación por saber si todo iba bien… y de encontrarnos en la sala de espera a Paco León (el Luisma en Aida). Por fin nos nombran. Me tumbé en la camilla y desde el mismo instante en que mi cabeza se apoyó, no pude evitar que las lágrimas empezaran a resbalar por mi cara. Yo no veía nada, solo la cara de Silver, que era un poema, abría lo ojos porque la “lentejita” no paraba de moverse, se reía, fruncía el ceño incluso se le llenaron los ojos de lágrimas… Una vez visto que todo estaba bien, por fin giraron el monitor para que yo pudiera ver a mi pequeño/a, y la alegría y emoción me invadieron nuevamente, ¿Cómo era posible que aquella cosita tan pequeña estuviera dentro de mí?
Salimos sin saber el sexo de la “lentejita”, así que entre más visitas y más análisis nos plantamos en la segunda ecografía. Aunque no pudo entrar, vino también la abu Eli. Y nuevamente allí me encontré otra vez, tumbada en la camilla para volver a ver a mi bebé. Otra vez mis lágrimas se desbordaban y para intentar calmar mis lágrimas, me preguntó la doctora si queríamos niño o niña y como se iba a llamar en ambos casos. Silver entonces abrió los ojos como platos y dijo “es un niño ¿verdad?” La doctora se dio la vuelta le miró y le dijo “¿y tu como lo sabes?” “porqué se ve ahí claramente”. Contentos con nuestro Javier y porque todo iba bien, salimos de la consulta para decirle a la abu, que iba a tener un nieto.
El tercer trimestre pasó lento. La tercera eco confirmó que todo seguía bien, que ya estaba colocado y que en poco tiempo íbamos a poder ver su cara y poder abrazarlo. Y ese día llegó en la semana 41+6.
Ese sábado, me acosté como cualquier otra noche, después de hacer algunas cruces más al cuadro de punto de cruz que le estaba preparando a mi chiquitín. A las 4 de la mañana un dolor un tanto extraño me despertó. Comencé a dar vueltas en la cama y en vista que ninguna de las postura que intentaba coger me venían bien, decidí levantarme. Me senté en el sillón y me arropé con la manta. Entonces comencé a comprender que es lo que estaba pasando. Tenía contracciones!!! ¿Qué hago? Tranquilizarme lo primero y lo segundo coger un reloj. Y allí sentada estuve 1 hora, controlando cada cuanto tiempo me venía una nueva contracción. A eso de las 5 y pico y después de cerciorarme que tenía una contracción cada cinco minutos, me fui a despertar a Silver.
R: Silver cielo, tengo contracciones.
S: ¿Qué?
R: Que tengo contracciones, una cada cinco minutos, Javier viene de camino.
S: Anda tonta que no, túmbate y duérmete otro rato que es muy pronto.
Le hice caso, y me tumbé a su lado, entonces puso la mano en mi tripa y de repente abrió los ojos y dijo.
S: Dios mío Raquel, tienes la tripa súper dura, levanta que nos vamos.
Desayunamos, nos duchamos, dejamos la casa recogida y nos encaminamos al hospital en aquella mañana del 9 de mayo de 2010. Llegamos a las 8 de la mañana y me dejaron ingresada. Las contracciones eran bastante llevaderas, Silver se programó la alarma del móvil y me iba diciendo cuando me iba a venir una contracción. Al principio me resultó gracioso, pero cuando el dolor empezó a intensificarse, dejó de hacerme tanta gracia y cada vez que le sonaba el móvil le miraba con mirada de “o quitas la alarma o te mato”.
A eso de las 14:00h, me pasaron a la sala de dilatación y a las 16:00h me enchufaron la epidural (bendito invento). Me hizo efecto enseguida y la cara me cambió al instante. Fue entonces cuando comenzó el calvario de Silver, le tuve andando pasillo arriba pasillo abajo, hasta las 22:30 horas, que al darme otro chute de epidural porque me empezaba a doler otra vez, me caí al suelo (la pierna derecha me falló), me castigaron en la cama y ya no me dejaron levantarme.
Llegó el momento de romper la bolsa y de ponerme a empujar, así que allí comenzó ya sí que si la cuenta atrás. Cada vez que la ginecóloga venía a ver cómo íbamos, le enseñaba a Silver los progresos de Javier, cada vez estaba más cerca de nosotros. Me trasladaron al paritorio y una vez colocada y con muchas ganas de vivir este momento, comencé a empujar.
Algo no iba bien, Javier no podía salir, los médicos empezaron a hablar entre ellos... mi cara y la de Silver cambiaron radicalmente. Yo solo podía mirar a Silver para que me dijera que pasaba, y Silver solo con su mirada me transmitía calma, que todo iba a ir bien. A Silver, que estaba como espectador en primera fila, le dijeron que se pusiera a mi lado izquierdo. Entonces Juanjo el matrón, nos dijo que Javier venía con la mano puesta en la cara y que tenía el útero desplazado a la izquierda, que tenía que hacerle caso y empujar cuando él me dijera. Y así lo hice, con sus ánimos, el peso de su cuerpo encima de mi barriga y mis empujones cada vez que me decía, "empuja princesa", conseguimos que Javier saliera en relativamente poco tiempo.
Javier hoy tiene 3 años y va a tener un hermanito/a. Hemos vuelto a revivir todos estos momentos. Es mi quinto mes de embarazo y he vivido las mismas emociones que con Javier. Siendo el segundo pensaba que no iba a ser igual de emotivo, pero me he equivocado gratamente. Me emocioné y lloré igual que con Javier en la primera eco-grafía y estoy segura que lloraré en la segunda igual que lo hice antaño.
Ahora solo puedo esperar a saber si mi nueva “lentejita” es niño o niña, y aquí en secreto os contaré, que después de ir a hacerme la segunda ecografía, me han confirmado que es ____UNA PRINCESA!!!! NIÑA!!!!!!_______
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