Muchas veces pensamos que poner un límite es difícil.
Creemos que podemos frustrar o simplemente creemos que la plena libertad genera felicidad y no afecta a los demás.
Es conocida por todos la frase que dice: Nuestra libertad acaba donde empieza la libertad del otro.
Y no hay nada más cierto ya que vivimos en sociedad. Los limites cuando somos pequeños nos enseñan las normas del juego, de la vida, y nos hacen crecer y adaptarnos al mundo que nos rodea. Gracias a ellos y las pequeñas frustraciones que vivimos durante nuestro crecimiento conformaremos nuestra forma de actuar ante la adversidad.
Hay límites muy claros y fáciles de poner a nuestros hijos porque son evidentes. No toques la cocina, la plancha, no cojas cristales, no se bebe lejía, etc. Estos límites son fáciles porque nos afectan físicamente. Pero los peores y mas difíciles de asimilar son aquellos que no son tangibles y dependen única y exclusivamente de la educación. Estos límites hacen referencia a valores, normas de comportamiento y rutinas. Lo que hay que tener claro es que al igual que la lejía nos abrasa el esófago si la bebemos, el no respetar las normas tanto familiares como sociales nos excluye y por lo tanto nos daña con unas consecuencias mayores que muchos daños físicos que podamos hacernos.
No debemos olvidarnos de que los limites en la educación de nuestros hijos en los primeros años dependen de nosotros, y por ello podremos ser más o menos flexibles o estrictos.
Por ejemplo:
Durante la semana podemos jugar por la tarde hasta la hora del baño, que es a la 8.
Si nos fijamos en la frase, tenemos un límite y una rutina (en edades tempranas van de la mano). La rutina es el baño y el límite es hacer algo hasta esa hora (jugar, ver la TV...). Esto nos ayuda a organizar nuestro tiempo y el de nuestros hijos. Eso no significa que sea inamovible, si un día es el cumpleaños de un amigo tanto nuestro como de nuestro hijo, viene un primo, o algo especial; podemos hacer la vista gorda en cuanto al baño en sí o la hora, ya que esto sucede de forma excepcional.
Con este ejemplo vemos que se pueden hacer modificaciones que no alteran a nuestros hijos ni a nosotros.
Por último hay que tener claro que hay otros limites que son inamovibles como respetar a los mayores cuando están hablando, gritar para decir las cosas, agresiones... que no tienen cabida en ningún contexto, ya que si hacemos excepciones en este caso, sí alterará el proceso educativo y no conseguiremos nuestro objetivo.
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